"Aburrido de recorrer la ciudad
con su valija a cuestas para vender —por lo menos— doce manteles diarios, harto
de gastar suelas, cansado de usar los pies, Gaspar decidió caminar sobre las
manos. Desde ese momento, todos los feriados del mes se los pasó encerrado en
el altillo de su casa, practicando posturas frente al espejo. Al principio, le
costó bastante esfuerzo mantenerse en equilibrio con las piernas para arriba,
pero al cabo de reiteradas pruebas el buen muchacho logró marchar del revés con
asombrosa habilidad. Una vez conseguido esto, dedicó todo su empeño para
desplazarse sosteniendo la valija con cualquiera de sus pies descalzos. Pronto
pudo hacerlo y su destreza lo alentó.
—¡Desde hoy, basta de zapatos!
¡Saldré a vender mis manteles caminando sobre las manos! —exclamó Gaspar una
mañana, mientras desayunaba. Y —dicho y hecho— se dispuso a iniciar esa jornada
de trabajo andando sobre las manos."
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